La utilización de la música como herramienta de tortura por diversas fuerzas de inteligencia gubernamentales no es nada nuevo. Este tema ha resurgido por un artículo publicado en el The New Yorker por Alex Ross, titulado The Sound of Hate (El sonido del odio).
En su reportaje, Ross desvela cómo este tipo de tortura fue utilizado contra los prisioneros acusados de los atentados del 11-S en la cárcel de Guantánamo.
En el reportaje explica como Mohammed al- Qahtani era obligado a mantenerse despierto durante largas horas como tortura. Esto se complementaba con el sonido de la música de Christina Aguilera. El recluso, que intentó entrar en Estados Unidos para participar en el ataque terrorista, estaba obligado a escuchar la música hasta decir la verdad.
Según el The New Yorker, el sonido es utilizado como herramienta de tortura porque »uno puede cerrar los ojos para no ver algo, pero no puede cerrar los oídos». Aguilera parecía haber sido escogida porque se pensaba que esta cantante podía ofender a los detenidos islámicos, pero también se les ponía heavy metal y rap, con mensajes de intimidación y destrucción. »Las personas reaccionan con una repulsión particular a la música que no es de su gusto», explica Ross.
(Vía: New Yorker, Cadena Ser)
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