Tres policías custodiaban a un detenido en una comisaría de Leicestershire (Reino Unido) y todo parecía estar controlado.
El detenido parece que está algo mareado, quizás por haberse excedido con el alcohol, y cuando lo están tratando de trasladar a otra dependencia, de repente, propina un brutal puñetazo en la cara a uno de los agentes.
El puñetazo es de tal magnitud que envía al policía directo al suelo y lo deja retorciéndose de dolor.
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