En Corea del Sur una competencia feroz desde la infancia y una escala de valores que convierte al fracaso en un estigma social generan un estrés e insatisfacción en la población que en demasiadas ocasiones desemboca en suicidios.
A falta de cambios estructurales que atajen el problema de raíz, los coreanos intentan encontrar la paz espiritual de diversas formas, como los retiros espirituales en templos, el aislamiento en un hotel-prisión o cursos de entrenamiento… para la muerte.