Rubén Calvo Ropero, de 33 años, había sido trasladado desde prisión por la Guardia Civil hasta el juzgado y allí recogido por la Policía Nacional para conducirlo a la Audiencia Provincial de Zaragoza, donde este lunes ha comenzado el juicio contra él por el asesinato de su pareja, Katia Altamirano Blandón. Calvo salió de la cárcel de Daroca ya en estado de somnolencia y cuando llegó a la sala del juicio seguía en las mismas condiciones. De hecho, se durmió prácticamente en los primeros compases del juicio, cuando el letrado de la Administración de Justicia comenzó a leer los escritos de acusación. En un momento dado tuvo que ser sujetado por los policías que lo custodiaban ya que se iba a caer de la silla.
Cuando llegó el momento de que prestara declaración, su abogada, Carmen Sánchez, intentó despertarlo sin éxito. Al final, los dos agentes se lo llevaron con dificultades al calabozo, donde fue examinado por la médico forense, la cual había acudido a la Audiencia para testificar en un juicio por tráfico de drogas y, accidentalmente, fue requerida para que viera a Rubén Calvo.
«Tiene la pupila miótica, lo que indica que o ha tomado drogas o una dosis muy alta de su medicación», manifestó María Luisa Tomás. Ante la pregunta de la abogada defensora de cómo era «posible» eso si está «custodiado» en prisión y con la medicación «pautada y controlada», la doctora respondió: «Cuando empecé a ejercer, hace ya muchos años, la primera vez que me dijeron que se consumía droga en las cárceles no me lo podía creer. Pero luego me di cuenta de que sí».
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