Antoni Gaudí se hizo cargo del proyecto de construcción de la Basílica de la Sagrada Familia en el año 1883, con tan solo 31 años, y dedicó el resto de su vida —más de cuatro décadas— a dirigir las obras con el afán de construir un templo perfecto, en el que la fe y el genio artístico se uniesen para convertirlo en una obra maestra universal.
Consciente de que no vería su proyecto finalizado, el arquitecto dedicó todos los años de trabajo a diseñar maquetas, planos, dibujos y fotografías en un plan constructivo detallado dirigido a sus sucesores, con soluciones repletas de ingenio y originalidad. Gaudí legó este plan con el objetivo de que, generación tras generación, continuásemos trabajando para hacer realidad su sueño, que también ha pasado a ser el sueño de todo un pueblo.
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