Ocurrió en un supermercado del centro de Zaragoza. Un hombre de unos 35 años escondió entre su ropa cuatro potitos asegurándose de que nadie lo había visto e intenta salir del establecimiento. Pero cuando iba a hacerlo, el vigilante le da el alto y le dice que no puede irse y avisa a la policía.
Al cachearlo, el vigilante le encuentra los potitos, con un precio cada uno de entre uno y dos euros. En situaciones como esta el protocolo manda llamar a la Policía. Varios clientes que presenciaron la escena se ofrecen a pagar los potitos. El detenido da explicaciones y dice que es padre de familia, está en paro y dice que está en una situación difícil.
A los segundos llega la Policía y después de escuchar todas las versiones le dicen al hombre que se puede ir. Cuando este se va uno de los agentes paga los tarros de la comida infantil.